Nos acercamos a una cifra tan simbólica como la del cien. Cien ceremonias presentadas en poco más de tres años y eso da para mucho. Para acumular una gran experiencia y para ver de todo. Y, a pesar de la importante cantidad, seguimos aprendiendo y seguimos sorprendiéndonos. Así fue el último enlace que hemos oficiado. No por el lugar (Cepa 21, una bonita bodega de la Ribera del Duero) ya que no era la primera vez que acudíamos allí (aunque en esta ocasión pudimos estar al aire libre, en la última ocasión, en el mes de mayo, tuvimos que ponernos a cubierto por la lluvia).
No exageramos si contamos que la ceremonia fue antológica. Fue emotiva, tierna, divertida, entrañable y por todo ello, inolvidable. Eso es lo que cualquiera desearía, sin embargo los novios no tenían pretensiones y eso fue la clave de todo: preparar un día sencillo para disfrutarlo al completo con sus seres queridos. Y sin quererlo deliberadamente aquello se convirtió la ceremonia perfecta.
No esperes aquí ideas rompedoras o extravagantes, pero sí diferentes desde una elegante naturalidad: una entrada de novios, juntos… entrando los primeros y por delante de todos los invitados. Unas palabras de bienvenida a cargo del mismo novio. Unas intervenciones previstas de antemano por parte de un par de amigos de la pareja. Un espectacular momento de «micrófono abierto«… algunos pensábamos que a la gente le costaría salir a improvisar unas palabras… algunos nos equivocamos mucho cuando ya no salieron más personas, después de once momentos a lo largo de los que salieron en unos una persona, en otros hasta cinco, en total, diecinueve invitados compartiendo momentos con todos. Y después, unos emotivos votos redactados a mano por los mismos novios, un intercambio de anillos que no trajo nadie porque estaban preparados cada uno en una copa de vino, y unas palabras de despedida… a cargo de la novia.
Y después y antes del cóctel… una visita con cata para rematar la mañana.
Nos quedamos con ganas de quedarnos el resto del día.
Daniel Rodríguez - abcDani 